Acorralado

El verano despliega sus vivos colores. Salvador cabalga por un camino rural de Polvareda, pequeña población situada al noreste de Saladillo, en donde los campos se ven embellecidos por el color oro de las espigas aplanadas de los trigales.

Es una mañana de pleno estìo, con un cielo claro y despejado, entonces algo comenzò a suceder: dos cuerpos extraños de caracterìsticas absolutamente desusadas se hundìan en la atmósfera terrestre provenientes de increíbles alturas, a medida que se acercaban a la tierra crecìan de tamaño y adquirìan la forma de un sombrero de copa alta y alas estrechas, suspendidos a cierta altura permanecìan por momentos casi inmóviles, de su parte baja despedìan una vivìsima luz que con el paso de los minutos se transformaba en una tersura especial, desarrollando velocidades enormes.

Las luminiscencias fueron avistadas por Salvador, lo acompañaban dos peones que tenìan su puesto en la estancia “la Manchada”; se dirigìan hacia la “Laguna de los Juncos” para localizar algunos terneros extraviados a consecuencia de la tormenta desatada en la tarde del dìa anterior. El primero en señalarlos con el dedo fue Salvador, se quedan observando y murmuran para sus adentros ¿ Què es eso? Todos ellos eran hombres acostumbrados a observar las rarezas de la naturaleza, el suceso los habìa sacado de su placidez, sabìan distinguir entre un meteorito y un satèlite artificial, eran personas sencillas y no tenìan motivos para mentir.

Las esferas celestes efectuaban movimientos oscilantes que por momentos perdìan perpendicularidad con respecto al suelo y de a ratos rotaban sobre sus propios ejes polarizando la luz solar, era como si una inteligencia desconocida las condujera a la distancia.

Las repeticiones del eco de un sonido que venìa de las supuestas naves los atemorizaba, los caballos se excitaban y los pàjaros huìan despavoridos. Se lamentan de no contar con una càmara para realizar instantàneas de los sorprendentes movimientos de esa  presencia,  que sin lugar a dudas, los seducìa.

Cuando aún no se habían acallado los comentarios del primer avistaje, dìas después el cielo se presentaba nublado y hacìa mucho calor, era la media tarde y, de repente alguien grita ¡Allà…allà! ¡Ahì estàn! ¡Son aquellas! El silencio se torna tenso. Poco a poco las mujeres y los hombres de Polvareda se van acercando al descampado para contemplarlas, los animales domèsticos se espantan, de sùbito la presencia, se dirigìan al poniente y penetraban cada vez màs al oeste.

Luego el silencio se quiebra, vuelven a oìrse las voces de los vecinos que se reunieron para hablar sobre el insòlito episodio. Entre los lugareños las opiniones estaban divididas, habìa quienes sostenìan que eran imágenes invertidas que provenìan de objetos exteriores colocados en el infinito, reflejàndose en un gran espejo que se forma en el aire. No faltaron quienes llegaron a pensar que eran aberraciones visuales que se producìan cuando el ojo humano recibe estimulos de figuras sumamente alejadas del sitio y que por el efecto multiplicador de sus movimientos provocaban ¡Reflejos! y ¡Reflejos!

Salvador tenía dudas, por su cuenta decide averiguar algo màs, necesitaba convencerse con su lògica ¿De dònde y por què habìan aparecido? ¿Respondìan a una creación humana? Pensaba que todo tiene una explicación y que lo difícil era encontrarla.

La visita de las esferas misteriosas quebrò el sosiego de los habitantes de la pequeña  población, obligò a estos a salir de su letargo con el ìntimo deseo de alcanzar una respuesta convincente sobre la inquietante presencia en jurisdicción de su cielo azul del que poco o nada conocìan. La ùnica biblioteca del pueblo se vio desbordada con el pedido de libros referidos a los astros y principalmente a las leyes que rigen sus movimientos, mientras que los niños entretejìan historias de aventuras y los adultos competìan tratando de encontrar por cuenta propia una conclusión demostrable separando lo verdadero de lo falso.

He aquì el fin. El enfoque de la narración trata de poner en evidencia  que el hombre moderno no se detiene a contemplar el cielo y el desconocimiento que tiene de los simples fenómenos de la naturaleza, lo atemorizan y entonces su mente vuela en fantasìas. Ese tipo de casos se pueden prestar a elucubraciones que entran màs en el campo de la ficciòn que el de la realidad.

 

NOTA: Los personajes, nombres y lugares que aparecen en el relato son expresiones ficticias. Cualquier similitud existente con personas o nombres propios de lugares es puramente casual y asì debe tomarse. Sus fuentes son relatos orales anónimos.

 

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